Superar la pérdida de un ser querido

El término “duelo” procede del latín “dolus”, que significa dolor. Esta etimología ayuda a entender la esencia del proceso de duelo. El duelo es una respuesta natural, normal y humana que se produce ante el fallecimiento de un ser querido. Por tanto, no se trata de una enfermedad que se deba curar o evitar. Al contrario, a pesar de que puedan resultar abrumadoras, las respuestas emocionales, físicas y conductuales que se producen ante una pérdida son reacciones adaptativas y será preciso experimentarlas.

El duelo es como un muro formado por ladrillos que hay que ir desmontando progresivamente hasta poderlo atravesar. Es decir, resulta crucial poder sentir y vivir todas las emociones, sensaciones que vayan surgiendo, sin intentar evitarlas o reprimirlas. No hay atajos ni formas rápidas de superarlo. Atravesar el duelo significa enfrentar y procesar la realidad de la pérdida.

Es por ello por lo que no se recomienda prescribir medicación psiquiátrica de forma indiscriminada a aquellos que han sufrido una pérdida. El duelo es una respuesta que cumple una función necesaria desde el punto de vista psicológico y emocional y anestesiar el dolor emocional puede tener consecuencias adversas. Sin embargo, cabe destacar que en aquellos casos en los que el doliente experimenta niveles elevados de angustia e insomnio, sí puede resultar beneficioso considerar la prescripción temporal de medicación antidepresiva o ansiolítica.

La muerte de un ser querido representa uno de los acontecimientos vitales más estresantes que irremediablemente deberemos afrontar como seres humanos y, generalmente, hacemos frente a las pérdidas con respuestas psicológicas muy parecidas. Diversos autores han identificado y agrupado las reacciones emocionales, físicas y comportamentales en distintas fases (que reciben nombres distintos en función del autor). 

Sin embargo, no existe un modelo único que explique cómo superar las pérdidas. Por tanto, conviene considerar estas propuestas más como una guía, teniendo en cuenta que el duelo es un proceso único e individual. 

Siguiendo la propuesta de Payàs Puigarnau (2014), el duelo tiene cuatro fases que se dan de forma secuencial, aunque a menudo se presentan también de forma solapada o mezclada.

Estas cuatro fases son las siguientes:

Trauma -choque: experimentas una sensación de irrealidad, aturdimiento o confusión, de estar como en una nube. Es posible que te sientas como separado de tu propio cuerpo, como en una pesadilla de la que esperas despertar. Los sentimientos de irrealidad hacen que funciones como un autómata. El estado de choque actúa como un amortiguador, anestesiando temporalmente tu dolor emocional. Esto nos proporciona la calma y energía suficiente para poder ocuparnos de aspectos tales como avisar a nuestros familiares, cuidar de los niños, organizar el funeral, etc.

Protección-negación: de nuevo, el estado de negación cumple una función de protección necesaria. Es como si nuestro cerebro dispusiera de una válvula que únicamente permite pasar la cantidad de información relativa a la pérdida que podemos tolerar y cuando el dolor es demasiado intenso, impide el paso, proporcionando un alivio momentáneo. En esta fase, puede aparecer la rabia. Puede que empieces a sentirte enfadado con tus familiares, con los médicos, con el fallecido o con el mundo en general: “es injusto”. Generalmente a esta rabia subyace la tristeza y el dolor, que deberá afrontarse forzosamente una vez vaya diluyéndose la rabia. Es necesario poder expresar y compartir esta emoción de manera adaptativa para evitar que se cronifique en el tiempo transformándose en amargura y resentimiento.

Otra respuesta habitual es la culpa, que normalmente se manifiesta en forma de autorreproches tales como: “y si hubiera…”, “tendría que haber…” y “si no hubiese…”, etc.  En aquellos casos en el que el familiar llevaba años de enfermedad y requería de muchos cuidados , es habitual que el cuidador principal experimente una sensación de alivio tras la muerte que, en muchas ocasiones, va seguida de una sensación de culpa por sentir ese alivio. Es necesario normalizar estas emociones ambivalentes: sentir tristeza por la muerte y alivio por la parte del fallecido que sufría tanto o que te hacía sufrir.

Integración-conexión: En esta fase eres capaz de, poco a poco, reconciliarte con lo sucedido y de recordar sin tanto dolor. Ya no te obsesionas por los detalles de la muerte, no experimentas enfado por lo sucedido, no sientes la necesidad de buscar culpables y tampoco necesitas alejarte constantemente de aquello que te acerca a la realidad de la pérdida. Por el contrario, te gusta que te pregunten por tu ser querido y, a pesar de la tristeza, puedes acercarte a aquello que te recuerda a él. Es importante que la aceptación de la muerte se produzca a todos los niveles (emocional, mental y físico). Si la aceptación es únicamente intelectual, con frases tales como «es ley de vida”, “todos nos morimos”, “que voy a hacer, no me queda otra que seguir adelante” es muy probable que la herida se reabra con el paso del tiempo. Tal y como indica Payàs Puigarnau (2014): “empiezas a integrar tu duelo cuando te das permiso para conectar con las emociones y los sentimientos que te despierta su muerte y estás abierto a expresarlos y explorarlos”.

Crecimiento-Transformación: En esta fase eres capaz de compartir tus recuerdos sin miedos o resistencias, logrando integrar esa nueva realidad. 

¿Duelo normal o patológico?

Es necesario valorar si el proceso de duelo está siguiendo un curso normal, ya que en algunos casos puede complicarse y producir un deterioro significativo en la vida de la persona que lo experimenta, siendo necesaria la ayuda especializada. 

Existen ciertos factores de riesgo que permiten anticipar quién puede tener más dificultades en la resolución del duelo. Si te identificas con alguno de ellos, puedes actuar a modo de prevención buscando ayuda lo antes posible con el objetivo de evitar que se complique con el tiempo.

Algunos posibles factores de riesgo que te hacen más vulnerable a que tu duelo se complique son los siguientes:

Relación con el fallecido: 

  • La muerte de un hijo es la pérdida más devastadora y la que mayor impacto produce en la familia y en todas sus áreas vitales. Este tipo de duelo ha sido reconocido como uno de los más intensos y duraderos en el tiempo. Perder a un hijo forma parte de las denominadas “muertes a destiempo” en las que se percibe que no debería haber ocurrido porque la edad del fallecido es menor que la del doliente.
  • Muerte de un ser querido con el que existía una intensa dependencia emocional, social o económica
  • Muerte de un ser querido con el que existía una relación ambivalente (por conflictos no resueltos, por alcoholismo, infidelidades, por negligencia o maltrato etc.)

Circunstancias de la muerte:

  • Las muertes violentas (por suicidio u homicidio) son las más difíciles de elaborar y las que más problemas de salud mental generan en los dolientes. La muerte por suicidio provoca el duelo más devastador para los allegados, dado que padecen mayores niveles de culpa y vergüenza, más rumiaciones y mayor aislamiento social.
  • Muertes repentinas e inesperadas (p.ej. por accidente de tráfico)
  • Muerte estigmatizada (p.ej. SIDA, suicidio, adicciones)
  • Muerte traumática (con disnea grave o caquexia extrema)
  • Evolución traumática de una enfermedad (con mucho dolor, con deterioro rápido, etc.)

Otros factores de riesgo

  • Haber sufrido previamente un problema de salud mental (depresión, trastornos de ansiedad, etc.)
  • Pérdidas acumuladas: haber sufrido varios fallecimientos de familiares cercanos
  • Tener duelos previos sin resolver
  • Ser niño o adolescente (no disponen de los mismos recursos que un adulto)
  • Estar socialmente aislado o no poseer un apoyo familiar/social adecuado
  • Cuando la mala noticia ha sido comunicada de forma inapropiada

En suma, el proceso de duelo es una experiencia humana universal que, en la mayoría de los casos, no requiere de intervenciones específicas (siempre que el doliente disponga de los recursos internos y externos necesarios para hacer frente a dicha situación). Sin embargo, en aquellos casos en los que el duelo se complica, es necesario buscar apoyo especializado con el objetivo de facilitar una adecuada elaboración del duelo y una adaptación adecuada a la nueva situación. En caso de que identifiques indicios de que tu duelo se está complicando, no dudes en buscar el apoyo necesario. En el Instituto de Psicología Morgenstern podemos acompañarte y brindarte la ayuda necesaria para favorecer una adecuada elaboración del duelo y prevenir o intervenir en un posible duelo complicado.

Referencias bibliográficas

Payás, A. (2014). El mensaje de las lágrimas. Una guía para superar la pérdida de un ser.

Calvo, O. R. y Martín-Barrajón Morán, P. (2021). Intervención inmediata y recomendaciones para supervivientes en duelo agudo por suicidio. 

Lacasta Reverte, M.A. y Soler Sáiz, M.A. (2004). El duelo: prevención y tratamiento del duelo patológico. Cuidados después de la muerte. 

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